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COMO EMPEZÓ TODO…

Como todo en la vida, siempre hay un principio… Y este viaje tiene su origen desde muy joven, antes incluso de que fuera consciente de ello, Australia ya estaba en mi vida… Mi padre, cuando yo era apenas un bebé, en un intento por mejorar nuestra calidad de vida había planteado la idea de irnos a vivir a Australia, pero por circunstancias de la vida, esa idea quedó solamente en eso, un idea… Además, mi padre no estaba pensando en la idílica Sydney, sino que estaba pensando en el centro del país, en un lugar perfecto para crear una mega granja de ovejas. He de decir que no me desagrada la idea y si me imagino como hubiera sido, hubiera vivido cosas y situaciones que nunca he vivido hasta el momento, como por ejemplo: ir a clase desde mi propia casa mientras escucho al profesor dar la lección a través de la radio, ir a la ciudad más cercana en avioneta… Formas muy distintas de vivir a la que estoy acostumbrada.

En mi adolescencia me sentía muy identificada con el ambiente surfero y aunque no he aprendido todavía a hacer surf (que lo haré…), el rollo playa, mar, deporte… Me gustaba y claro, uno de los países por excelencia que practican este deporte, como nosotros el fútbol, es Australia.

Desde siempre tenía idealizado Australia en mi cabeza y siempre decía” Si me toca la lotería quiero ir a Australia” porque realmente lo veía inalcanzable: por precio, distancia…

En un momento de nuestra vida, Isaac y yo, necesitábamos ampliar nuestras fronteras y nos propusimos ahorrar fuertemente para salir de Europa. Inicialmente pensábamos en ir a Nueva york, pero no teníamos claro el destino todavía, hasta que apareció Vera en nuestras vidas.

Vera (ya la conocéis porque fue la amiga con la que nos reunimos en Malasia) una doctora en biología del Hospital más puntero de Melbourne, sin quererlo se convirtió en una amiga muy especial. Ella vino a España a hacer una estancia en el mismo laboratorio que Isaac y congeniamos muy bien con ella, tanto, que como veis, aunque  nos separen tantos km de distancia, la amistad sigue intacta. Su pureza, su humildad, su cariño… Todo eso hizo que se convirtiera en una amiga especial para nosotros.  Compartimos nuestra ciudad con ella, le enseñamos sus costumbres, a la vez que ella nos explicó las suyas y a medida que nos iba contando, más se encendían en mí todos esos sentimientos que tenía aparcados en lo más profundo. Tal fue la atracción que sentí por Australia de nuevo, que le dije a Isaac de irnos para allá, sin billete de vuelta, a lo que Isaac me dijo ¿Estás loca?. Por su puesto no hicimos caso a mi impulso, aunque muchas veces pensamos en ello…

Por lo que, en un ataque de locura, le dije a Isaac “¿Y si nos esforzamos a tope y nos vamos a Australia en vez de Nueva York?” A lo que me dijo “!Vale!” a toda esta locura.

EL LARGO CAMINO QUE NOS ESPERABA…

Una vez focalizados en nuestro objetivo, éramos muy conscientes del esfuerzo que nos iba a suponer perseguir nuestro sueño, sin embargo, en vez de venirnos abajo, nos pusimos manos a la obra para ahorrar, ahorrar, ahorrar…

Y como todo en esta vida, no todo va a ser perfecto, por lo que cuando estábamos en pleno ahorro, sucedió algo que casi nos trunca el viaje: se nos rompieron las tuberías del baño ¿Sabéis el gasto que implica eso? Pues para la gente que no lo sabe, os lo cuento… En una casa en la que las tuberías están por el suelo (os recomiendo que las tuberías estén por el techo para que no os pase lo que nos pasó a nosotros) pues implica que tengas que picar el suelo, cambiar las tuberías en todo su recorrido claro, arreglar el suelo, y si las tuberías van por las paredes del baño en algún tramo, pues el baño también…

Pues todo esto, no entró en el seguro del hogar debido a desgaste de las tuberías, así que tuvimos que hacernos cargo de esta reforma. Tengo que seros sincera, nos planteamos rendirnos en nuestro objetivo porque si continuábamos con nuestro plan, tendríamos que ahorrar pero esta vez mucho más fuerte que como lo estábamos haciendo, ¿y sabéis qué decidimos? Esforzarnos mucho más si hacía falta.

Y por si esto no fuera poco, justo cuando nosotros decidimos ir a Australia, es cuando el euro estaba más devaluado… Hablando claro, un euro equivalía a un dolar y poco australiano, es decir, todo muuuuuuucho más caro para nosotros, pero bueno, seguimos adelante….

Los siguientes meses fueron durillos porque apenas salíamos fuera, sí como lo leéis, hasta ese nivel. Pero aprovechábamos para hacer deporte, ir al gimnasio, pasear… Y el resto del tiempo lo invertíamos en la preparación del viaje, por lo que, lo llevamos relativamente bien.

Durante la preparación del viaje (leer sobre Australia, mirar hoteles, informarnos sobre las zonas más chulas para ver…) sucedieron anécdotas que, aunque me de algo de vergüenza explicarlas, quiero hacerlo para que veáis que uno no nace aprendido… Una tarde que estábamos estudiando qué hacer, Isaac me dice: “Oye Belén, creo que deberíamos ir a la Gran Barrera de Coral porque es una pasada, se ve desde el espacio y aunque tengamos que ir expresamente al Norte para eso, parece algo increíble” a lo que le respondí “¿Crees que eso es importante?” ¡Qué ignorante era! ahora lo pienso y me río de mí misma, ¡qué fracaso hubiera sido no haberle hecho caso! Pero todas estas cosas las hace la carencia de dinero, porque es obvio que si vas a Australia tienes que ir a la Barrera de Coral…

Otra situación graciosa que nos pasó fue cuando decidimos completar nuestra aventura australiana alquilando una furgoneta, para darle un aire más surfero… Pues como os digo, el presupuesto no era muy boyante, no podíamos acceder nada más que a dos empresas que ofrecían este producto y que curiosamente se llamaban “Rent a Wreck” (alquila un deshecho) o “Wicked Campers” (campers malvados) jajaja ¿qué dilema verdad? ¿Desecho o malvado?  Finalmente nos decantamos por los malvados… Aunque lo que nos dieron fue un desecho también…

El tema del alojamiento también fue otro show, ya que solamente podíamos acceder a albergues (y el precio ya era de 70-80 euros ¡que no era poco!) en una habitación doble con baño compartido, por lo que el criterio de búsqueda era encontrar algo que no fuera tan mal, dentro de lo malo que había. ¡imaginároslo!

Paralelamente, nuestra familia también se preparaba para aceptar que nos iríamos a un país tan lejano durante tres semanas. Para ello veían documentales de naturaleza, cárceles y aduanas australianas… Básicamente querían saber los peligros a los que nos íbamos a exponer… Recuerdo lo pesado que estaba mi padre con el tema de las aduanas (que tenía razón eh! pero estaba muy insistente), él  me decía que no llevara nada que pudiera se causa de multa porque solamente llevar una manzana ya lo era. Y esa no era la mejor forma de empezar el viaje…

Si comparo los nervios de nuestros padres, los míos eran peores. Los padres de Isaac intentaban buscar el lado positivo del viaje mientras que los míos solo me contaban los riesgos a los que me iba a someter, que si me pasaba algo, que si me picaba un insecto, que si, que si… Tan pesados se pusieron que hasta yo les decía “No os preocupéis que si me pasa algo o nos morimos allí, hemos contratado un seguro en el que tenéis pagado el pasaje para venir a buscarnos” ¡y me quedaba tan ancha! Pero es que yo quería disfrutar de cada momento antes, mientras y después del viaje, no quería pensar que era el país más peligroso del mundo, que si te bañas en cualquier playa puede ser que te zampe un tiburón, que si me baño en el norte un cocodrilo de agua dulce-salada puede hacerme desaparecer o que si me siento en el césped de Sydney, la araña de Sydney puede paralizarme el cuerpo… Además, todo eso… me gustaba jajaja.

Los meses que nos quedaban para irnos me empapé de la cultura aborigen, leyendo su historia, costumbres… Lecturas que aumentaban las ganas de que llegara el día…

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