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GREAT OCEAN ROAD

Finalmente, otro de los días más especiales para mí había llegado! Este día íbamos a conocer la costa suroeste del estado de Victoria y sin duda alguna, la más fotografiada de Australia, La Great Ocean Road. Famosa por sus 12 Apóstoles y sus playas salvajes, tenía muchas ganas de conocer este conocido lugar de Australia.

Pero lo primero que hicimos, mientras Dunja tenía que entregar una “application” para una Galería de Arte en Tasmania (en aquel momento Dunja se encontraba inmersa en una búsqueda de empleo) nosotros nos fuimos a ver a los padres de Vera y a dejarles a Miles para que lo vigilaran durante el día que estaríamos fuera. 

Los padres de Vera nos recibieron con los brazos abiertos y nos parecieron unas personas que tenían una larga vida llena de experiencia a sus espaldas. No sé si os lo dije, pero Vera es australiana de origen serbio. Los padres de Vera, cuando ella tenía aproximadamente seis años, decidieron dejar Serbia (en plena guerra de Kosovo) para buscar un futuro mejor para ellos y para sus hijos. Cuando llegaron a Australia, los dos encontraron trabajo fácilmente debido a sus estudios de ingeniería y asentaron su familia en este país poco conocido en aquel momento. A pesar de que ya han pasado tantos años de su llegada al país, conservaban un acento serbio muy marcado cuando hablaban inglés y también la forma de vida, muy diferente a la australiana… 

Hablamos durante un buen rato, demasiado diría yo porque nos esperaban 3 horas de conducción hasta llegar a Port Campbell (Great Ocean Road), pero fue una conversación muy interesante. Lo que más les llamaba la atención a sus padres era el conflicto que tenía España con Cataluña, ya en aquel entonces empezaban a llegar noticias sobre eso en Australia… Fue algo que no me esperaba, porque nunca imaginé que terminaría hablando de política española en Australia!

Después de un rato con sus padres, dejamos a Miles en buenas manos y fuimos a recoger a Dunja para ponernos en marcha camino a la Great Ocean Road. Aunque no lo parezca las distancias en Australia son largas… por lo que después de una hora de coche, ya hicimos una parada para comer en el pequeño surfero de Torquay.

Este pueblo es considerado la meca del surf por su cercanía a Bells Beach (Great Ocean Road) y me supo mal no haber pasado más tiempo en él ya que está llena de tiendas de las marcas más conocidas para este deporte: RipCurl, Billabong, Quicksilver,… Pero bueno, aprovechamos para comprar la comida, un fish and chips que como hacía buen día decidimos comerlo en el área recreativa que había cercana a la playa. 

Después de comer fuimos a visitar Bells Beach, una de las playas top para la gente que conoce el mundo del surf, ya que esta playa forma parte de las pruebas del ASP World Tour de Surf (como Pantín en Galicia). Me gustó mucho visitar esta playa porque pudimos ver a varios surfers pillar estas olas del mar de Tasmania, así como sentir también el ambiente surfero que tanto me gusta… (tengo una cuenta pendiente con este mundo la verdad… a ver si pronto me animo a tomar algunas clases para aprender un poco…)

Cuando empezamos a dejar los pequeños pueblos atrás y nos fuimos acercando a la punta suroeste de Port Campbell, el paisaje se fue haciendo más agreste. La carretera bordeaba literalmente la costa, conduciendo al lado de acantilados que terminaban literalmente en el mar de Tasmania. El día estaba soleado, el mar estaba bravo, el color azul intenso contrastaba con la costa color ocre de la arenisca… todo el conjunto hacían que el trayecto estuviera siendo especial. 

Obligatoriamente nos paramos en este punto del camino, en dónde se inicia la Great Ocean Road, pero desgraciadamente solamente paramos para tomarnos la foto, porque como todo, se estaba empezando a conocer mucho esta carretera y era prácticamente imposible hacernos una foto sin que no apareciera gente detrás… Son los efectos colaterales de que un lugar se haga conocido… que trae economía al lugar pero también, en algunos casos, masificación… 

Ya en el último tramo del camino Vera nos animó a desviarnos un poco de la carretera principal y a adentrarnos en un pequeño núcleo de casas. Isaac, durante el viaje, estuvo insistiendo mucho en que queríamos ver koalas en su hábitat y que la ilusión mayor de Isaac era ver una serpiente (ya sabéis que en Australia se encuentran los animales más mortíferos de la Tierra y entre todos ellos, algunas especies de reptiles…). Bueno pues fue como si viniera Dios a vernos… Nada más girar hacia este núcleo de casas, abandonando la carretera principal, nos encontramos esta preciosa estampa: el ave australina “King Parrot” encima de un cartel que indica la dirección del “Río Gris”. Nos quedamos alucinamos porque parecía una estampa de cuento… ( a mí me pareció y me parece sorprendente encontrarme una imagen como esta en un lugar cualquiera…) 

Así que después de esta estampa, aparcamos el coche y decidimos salir a investigar por la zona a ver si encontrábamos algo más… Y no nos hizo falta caminar nada, porque justo cuando salimos del coche, Vera que tiene un radar especial para encontrar koalas, nos avisa para que nos callemos y nos señala el eucalipto que teníamos delante… Y de repente lo encontramos, este precioso koala durmiendo tan tranquilo y ¡tan cerca! ¡Estábamos alucinando!

Pero aquí no acaba  la historia… justo en el árbol de al lado, Vera nos dice: ¡Kookaburra! No me lo podía creer! Justo al lado del koala, ¡estaba mi ave favorita! Los cuatro estábamos en shock, extasiados de encontrarnos con todos esos animales preciosos en un pequeño lugar…

Pero es que cuando estábamos comentando lo impresionante de la situación, vemos a lo lejos, ¡un puerco espín del tamaño de un perro mediano! No podía ser, ¡no nos lo creíamos! ¡qué suerte habíamos tenido! 

Con la alegría en el cuerpo de haber visto todos esos animales nos estábamos metiendo en el coche cuando el avispado de Isaac ve a un hombre que carga con una caja de plástico con algo negro en el interior que se movía. Movido por la curiosidad se acerca a ese hombre vestido con los típicos botines australianos, pantalón corto y camisa beige de camuflaje. Sin cortarse ni un pelo y con ansias de saciar su curiosidad le pregunta que qué lleva en la caja, a lo que él le responde: “llevo una Tiger snake que he encontrado en una de las casas del vecindario”. What!!!!!!!! Nos quedamos de piedra mirando la caja y viendo como la serpiente se movía inquieta por sentirse encerrada… No sé si lo sabéis pero ¡es una de las serpientes más mortíferas del mundo! Pues el hombre, animado por nuestra curiosidad va y nos dice: “¿queréis que os abra la caja para verla mejor?” Los cuatro a la vez dijimos un “Nooooo Thank you, it’s ok!” ¡Lo que nos faltaba vamos, que se escapara de nuevo la serpiente! 

Subimos al coche super super impresionados. Las chicas nos habían dicho que durante todos los años que habían vivido en Australia, nunca habían visto una serpiente y mucho menos una de las más venenosas del mundo. Creo que ellas en ese momento también fueron conscientes de los peligros que te puedes encontrar en Australia un día cualquiera, pero que obviamente ellos intentan no tener en la mente para poder vivir un poco en calma y tranquilidad… Y es que a parte de la serpiente, el koala, la kookaburra, el puerco espín… vivimos algo muy especial.

Después de este momento de fauna salvaje seguimos nuestro camino destino a los 12 Apóstoles y cuando finalmente llegamos, nos encontramos con bastante gente también. 

Una de las cosas que más me llamó la atención fue que había un montón de carteles por la zona que decían “PELIGRO: Hay Serpientes” y era cierto, la zona estaba llena de matorrales que es el lugar ideal para estos animales, lo único, que después de encontrarte con una Tiger Snake, como que no te hacía mucha gracia ver todas esas advertencias… 

Por otro lado, otros carteles que había decían “NO TE ARRIMES A LAS BALLAS, CORRES PELIGRO DE DERRUMBAMIENTO Y DE MUERTE”, anda! qué mensajes tan tranquilizadores… Si yo solamente quiero ver los 12  Apóstoles, nada más! 

Pero cuando haces caso omiso de todas esas advertencias y llegas al primer mirador, empiezas a disfrutar de lo magnífico del paisaje. 

Antiguamente se podían contar 12 monolitos en el mar, de ahí el nombre de los 12 Apóstoles, pero con la erosión del mar quedan muchos menos. Estas rocas que vemos en el mar, son los restos de la erosión constante que han sufrido los acantilados de piedra caliza hace 10-20 millones de años. Los fuertes vientos de la zona erosionaron gradualmente la piedra caliza más blanda formando cuevas inicialmente, que después se convirtieron en arco, que finalmente se derrumbaron quedando lo que vemos en la actualidad. 

Anduvimos de un mirador a otro, disfrutando del paisaje, haciéndonos fotos, haciendo el tonto, riéndonos… Las seis horas en coche (ida y vuelta) valieron muuucho la pena con creces, ya que sin duda para mí fue uno de los días más chulos que pasé en el sur de Australia.

El regreso a Melbourne se nos hizo cansado para todos y Vera, la conductora de rally, tenía unas ansias locas de llegar… La verdad es que no entiendo cómo no nos multaron porque iba a tope por las carreteras secundarias que bordeaban las granjas de ovejas tan comunes en la zona sur del país (por cierto unas granjas enormes!). Pero bueno, por lo menos estamos aquí sanos y salvos para contároslo así que tampoco fue para tanto! jajaja

Afortunadamente cuando llegamos a Melbourne ciudad, los padres de Vera  nos tenían preparado una cena serbia con productos típicos de su país. Lo que más me gustó fue como unas tortas de pan fritas que me recordaba a las que me hacía mi madre de pequeña cuando hacía empanadillas caseras… (en ese momento tuve un poquito de morriña, pero poquito eh!)

Además, en casa estaban los sobrinos de Vera, Janko y Belén (Belencita que le llamaban…) y fue super gracioso porque Janko estaba obsesionado con la Fórmula 1 y no tuvieron mejor idea que decirle que Isaac era Fernando Alonso. El niño se quedó super en shock y aunque tenía muchas dudas del parecido, por un momento parecía que se lo creía! no fue hasta que se fue a por su tablet y buscó la cara de Fernando Alonso que se quedó tranquilo al confirmar que aquel chico que hablaba español no era su Fernando Alonso… ¡pobrecito!

Pasamos una velada muy divertida y el día entero había sido super completo, entretenido, lleno de momentos muy buenos, llenos de momentos de alegría… Había sido un día para el recuerdo… 

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